A Glorimar Soto no le dio vértigo dejar su tierra, Badajoz, y mudarse a Alicante. Lo hizo por amor. Pero a su actual marido, Armando Parra, no le conoció en ninguna de estas ciudades, sino en Madrid.
Glorimar estaba terminando la residencia en el hospital Clínico San Carlos, mientras que él estudiaba un máster en la capital. Una amiga en común les presentó durante una fiesta, y entonces surgió la chispa.
El 29 de junio de 2020, la pareja planeó un viaje a Ginebra. Cuál fue su sorpresa que, al llegar al aeropuerto, descubrieron que su vuelo había sido cancelado.
Aunque Armando y Glorimar, tuvieron que quedarse en tierra y regresar a su casa, en Alicante, decidieron organizar una cena romántica. A Glorimar aún le aguardaba una sorpresa más aquel día: una propuesta de matrimonio.
Según cuenta, desde el primer momento tuvo muy claro quién sería su diseñador para ese día tan especial, Rubén Hernández, y a él le encargó su vestido de ensueño. “Hizo de mí lo que siempre quise el día de mi boda: una princesa vestida de blanco”. Cumpliendo con la tradición, incluyó el color azul tanto en su tocado, elaborado con paniculata –una de sus flores favoritas-, como en su ramo –ambos obra de ‘La trastienda’-.
En cuanto a los accesorios, lució unos pendientes que le regaló la madre de Armando, María Victoria de Parra, y que ella había heredado de su madre, la abuela materna de Armando. Se trataba de unos rosetones con diamantes, muy elegantes, que combinaron a la perfección con su vestido.
El novio, por su parte, llevaba un chaqué de Ermenegildo Zegna, que acompañó de un chaleco de Anglomanía y corbata de Leste.
El gran día llegó el 29 de junio. Armando y Glorimar se dieron el ‘sí, quiero’ en la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, situada en el pueblo natal de Glorimar, Los Santos de Maimona –Badajoz-.
Sin embargo, fue en otro pueblo, Zafra, a unos kilómetros de distancia de Los Santos de Maimona, donde se festejó el enlace. Las Bodegas Medina, ese lugar en el que Glorimar, “siempre había querido realizar su boda”, sirvió de escenario a la gran celebración.
Más de 300 invitados viajaron desde distintos rincones de España, y para los recién casados su asistencia fue “el mejor regalo”.
Por ello, la pareja repartió varios ramilletes de flores secas en agradecimiento a los seres queridos que habían querido compartir con ellos esos momentos llenos de ilusión. “Queríamos transmitir parte de esa alegría y de esas emociones que teníamos los dos en nuestro gran día”, explicó Glorimar.
Sin duda, el momento más bonito y romántico se vivió cuando los novios bailaron por primera vez como ‘marido y mujer’, al ritmo de la canción ‘Stand by me’. Y, como broche de oro a su baile nupcial, se lanzaron unos espectaculares fuegos artificiales, que dieron paso a su divertida fiesta.